jueves, 31 de diciembre de 2009

La ropa



Difícilmente me vean algún día vestido así

-¿Y usted por qué se viste?
Me señaló aquel profesor friki, que parecía salido de alguna caricatura animada, quizás “La vaca y el pollito”. Daba una materia que nunca entendí lo que era, se llamaba taller algo, creo que ni siquiera era parte del programa de secundaria sino que la habían agregado vaya uno a saber bajo que extraño criterio de la dirección del colegio.
- Porque haría un papelón si saliera a la calle desnudo.
Todos se rieron de mi ocurriencia pero más allá del tono jocoso escondía una verdad, básicamente me visto por el mandato social de hacerlo y para abrigarme cuando hace frío. “Vos abrís el armario, metés la mano y lo primero que agarrás te lo ponés, no te importa más nada.” Solía decirme mi ex novia y la verdad que tenía bastante razón, aunque claro que ella tiene la tendencia a simplificar las cosas en relación a como funcionan en la realidad. Tengo que admitir que me cuesta de por sí bastante esfuerzo mental pensar que debo ponerme en relación a la temperatura que hace y encima prever que puede refescar, que puede empezar a llover o que puede hacer más calor, como para encima fijarme en otras variables como si combinan los colores, si está a la moda, etc, etc, etc. Bueno sí, la mayoria de los lectores de este blog que me conocen, deberán estár pensando que soy una persona relativamente inteligente que perfectamente podría cumplir dicha tárea con éxito. Dejando a un lado la teoría de las inteligencias múltiples ya que sólo unos pocos iluminados parecen entender que nadie es inteligente en todo y todos son inteligentes en algo, es que no estoy dispuesto a gastar más de dos minutos de mi día en encarar el tema de la vestimenta. Leer, chatear, escuchar música o rascarme mis preciados genitales, me parecen formas mucho más productivas de utilizar mi tiempo que andar revolviendo mi armario en busca de que ponerme.
Tampoco entiendo esa manía que tiene en general la gente con la ropa, en los shopping center de Montevideo, la gran mayoría de los locales son de ropa. Los clientes en especial los de sexo femenino se pasan horas y horas, revolviendo las tiendas, poniéndose y quitándose una y otra vez las mismas prendas en los probadores. Sinceramente no entiendo como pueden darle tantas vueltas al asunto, si le gusta la ropa y les queda bien. ¿Que mierda pretenden? Es ropa, un maldito pedazo de tela que te ponés sobre el cuerpo, es cierto que el corte adecuado puede estilizar la figura, pero la moda no hace milagros. Si sos la gorda fetiche no hay prenda que te vuelta Charlize Theron, de la misma manera que yo no pretendo verme como Brad Pitt.
Y hay tanta tienda de vestimenta en Montevideo para que yo haya llegado a la conclusión de que más que vestirme con la ropa que me gusta me visto con la que menos me molesta. La ropa que me gusta no sé si existe, al menos no la he visto salvo algunos raros ejemplares que se han dejado ver para luego desaparecer de la plaza comercial montevideana. Por eso regalarme ropa es todo un riesgo y si lo hacen a menos que se de el rarísimo caso de que me regalen algo que en verdad me guste, no esperen ver mi rostro resplandeciendo de alegría y más bien háganse la idea de que lo más seguro es que se encuentren más bien con una expresión de fastidio.
Sin ir más lejos, en mi último cumpleaños, mis padres me despertaron a las siete de la mañana cantándome el que los cumpla feliz y me entregaron una bolsa con una campera de verano y un short de baño, yo me los quedé mirando con cara de, ¿Para esto me levantan tan temprano? Con un regalo como este la verdad que no me hago ninguna prisa.” Lo peor es que me lo compraron en uno de los locales más conchetos que existen en esta ciudad, por los que les debe a salir un ojo en la cara, pero que quieren que les diga, el precio de la ropa no es garantía de que me guste. Soy de los pocos ilusos que quedan que creen que el criterio estético prima sobre el monetario. Pensar que había una época en la que mi hermano se quejaba de que me hacían mejores regalos a mí que a él. Para terminar con esa discriminación, mi madre tomó una decisión muy salomónica, ropa cheta para las dos. La diferencia es que a mi no me importa la maldita marca de lo que me pongo ni siquiera que tan a la moda está, en cambio mi hermano le presta mucha atención a esas cosas.
Supongo que en todo regalo que hacemos, estamos poniendo nuestras propias expectativas que tenemos de la otra persona. Le regalamos a mengano un libro porque queremos que sea más culto e instruido, aunque el tipo parezca un clon de Borges, queremos contribuir a que sea un poco más erudito. A Martincito le regalamos una pelota de fútbol para que lo aprenda a jugar desde chiquito, con el tiempo se haga un prodigio, concrete un pase millonario a la liga italiana que saque a la familia de la pobreza y se vuelva el mesías que le devuelva al fútbol uruguayo su vetusta gloria. Así como a mi me regalan ropa concheta para que me vuelva una persona presentable, normal, que consume anti depresivos ante el menor signo de tristeza y que está absolutamente convencido de que la felicidad consiste en comprar sin importar lo que se compra.
Pese a todas mis críticas que tengo hacia el mundo de la ropa, siento una fascinación por la vestimenta femenina. Tengo una memoria fotográfica para acordarme que llevaban puesto las gurisas, sobre todo cuando implica escotes generosos, polleras cortas o pantalones apretados, puedo pasarme unos cuantos minutos frente a un tienda de lenceria imaginando a quien le pondría cada prenda y que juego picante haría con ella. Es que soy un apasionado de las formas femeninas y de las maneras de condimentarlas, pero también soy coherente entre lo que doy y lo que pido. Nunca les exigí a mis parejas que parezcan divas de Hollywood ni mucho menos, aunque si alguna vez que se vistieran con algo acorde a lo que estábamos jugando. Quizás sea un poco por eso, otro por los años de censura de mi madre, de detenerme cuando estoy por irme de casa para decirme “¿Así pensás salir a la calle?” y del fino trabajo hecho por mi ex novia, he pasado de alinearme con la estética destroyed a estar medianamente aceptable. Sin embargo me niego a rendirle culto a la elegancia constantemente. Si estoy todo el tiempo recontra empilchado ¿Cómo le digo al amigo que le festejamos el cumpleaños o a la chica con la que tengo una cita que esta es una ocasión especial?
Cabe aclarar que tengo una personal concepción de lo que es una ocasión especial y de la elegancia, si estás dispuesto a patinarte veinte mil dólares porque la pendeja mal criada de tu hija cumple quince y encima me invitás, seguramente vaya para garronearte vino y saladitos. Tampoco voy a tener problema en ponerme mi traje, total parezco un horrible muñeco de torta con él.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Ana



I

Ana está aquí
escóndete bajo la cama
las rodillas al pecho
y los dientes
apretados.

Para que no meta
sus huesudos ojos en tu boca
para que su risa
no raje tus oídos porcelanosa.

Ya no tolerás
sus besos de fiebre
esa voz anonaiante
susurrando
susurrando
tu nombre
susurrando.

II

Perfectas
todas iban
a ser
perfectas.

Vestidos de gala
perpetuos
les regalan
maquillajes tóxicos
espejos convexos
anonaiantes.

Y en el rincón
más sórdido
Ana fumando
ella también iba
a ser
perfecta.

III

Los espejos
siempre son
convexos.

Dientes de perlas redondos
un hígado cocido a la frente
(nadie quiere a las hermanastras)
un condón colgado a la oreja
(Cenicienta y su pie cercenado).

Los espejos
siempre son
convexos.

¡Monstruo!
Una mujer monstruo
hecha con pedazos
de las vidas
que se le rompieron.



IV

Huye niña del bosque
por que Ana viene a comerte
con su boca erecta
y los ojos demasiado
huesudos.

¡Ay! Tus pies son torpes
y pequeñitos
niña del bosque
niña de Ana.

Susurra
Ana susurra
Su voz
anonaiante.

Su rostro
convexo
(tus espejos son convexos)
tu piel tiembla
(colgada en tu hígado).



Siempre te despertás
en la cama
susurrante
Vos
tus pedazos.



Poema que escribí allá por Junio del 2008, ya era siendo hora de que compartiera un poco de poesía con los lectores de mi blog. Cisa me ayudó con la selección de imágenes, la primera es una ilustración de Dorian Cleavenger y se llama “The Gift” las otras dos no tenemos idea de quien serán, sencillamente circulaban por Internet. Ah y que tengan unas felices fiestas.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Música para cenobitas





La primera vez que escuché The Birthday Party fue en la casa de Miguel. Había ido a buscar no sé que cosa o sencillamente pasaba para ir a dar una vuelta juntos. Me encontré con que la habitación estaba tan sólo iluminada por el monitor de la computadora, su abuela dormía boca arriba con los brazos cruzados sobre el pecho mientras por los altoparlantes sonaba “Deep in the woods”.
- ¿Esto es Nick Cave?
Pregunté al reconocer la voz del cantante.
- Sí, es The Birthday Party, la banda con la que empezó Nick Cave.
Cada tanto le echaba una mirada a la abuela, no sea cosa que hubiera dejado de respirar.
- Que bueno que está este tema.
- Está excelente, se llama “Deep in the woods” es sobre una violación en un bosque.
Con semejante panorama, no me hubiera sorprendido que mi amigo hubiera desgoyado a su abuela y mi hubiera dado de beber su sangre en una especie de cuenco ritual. De hecho en algún momento llegué a creer que era lo que iba a suceder. Por suerte nada de esto pasó y la señora Blanca, está recluida en un hogar para ancianos, pero goza de relativa buena salud.
Al tiempo iniciamos con él y otros amigos una banda, un delirio musical que bautizamos PornoCripta y del que mantengo gratos recuerdos. The Birthday Party era a su entender una influencia que no podíamos evitar, así que me grabó “Hits” el único CD de esta banda que tenía y que es posible conseguir por estas latitudes. La experiencia de escuchar todo ese disco me fue totalmente removedora. Guitarras chirriantes que olvidan por momentos toda noción de armonía, letras que no tiene sentido transcribir al papel ya que sólo adquieren significado con el acompañamiento musical y los diversos tonos de voz que utiliza Nick Cave para cantar. En lo que se puede considerar el estribillo de “Junkyard”, repite hasta el hartazgo “Honey, honey, honey” para luego cantar “Shring, shrang, shring, shrang” en un claro tono sexual. Hay también alaridos, sonidos que no se sabe muy bien si son hechos con instrumentos o con la voz humana.
The Birthday Party fue el conjunto de los excesos, tanto en la forma en la que vivieron sus músicos como la música que hacían. Su sonido era desprolijo y parecía salido de las mismas entrañas de cada uno de los miembros de la banda, más que el producto de una elaborada composición, da la sensación de ser un vómito musical. Es cierto que en la historia del Rock ha habido muchos excesos, pero ellos llegaron a donde nadie más pudo. Fueron lo dionisíaco llevado a su estado más puro. Oírlos es dejern que emerjan con nuestras pulsiones más primitivas. En sus conciertos, el público debía entrar en un estado de locura colectiva y autodestructiva, no me extrañaría conocer en algún momento a un veterano que curtía conciertos de The Birthday Party y lleve consigo varias cicatrices de guerra que prueben que ahí estuvo.
Es que a mi entender suenan como la banda sonora de una orgía satánica y lo más increíble de todo es que su carrera comenzó y finalizó, mientras quienes luego harían Nü, Black y Death Metal estaban aún en pañales. Nick Cave tiene algo perturbador en su manera de cantar y su presencia escénica, a su lado Marilyn Manson (con todo el respeto que le tengo) es un quincenario que se viste de negro para que sus compañeros le tengan miedo y no le peguen. Cuando escucho The Birthday Party me imagino a un joven Nick Cave cantando en un escenario acompañado por las wired twins de la película Hellraiser. Sé que no debo caer en las garras de las gemelas cenobitas pero ellas son en su deformidad tan atractivas y la música poco a poco me va quitando las inhibiciones. Terminaré yendo con ellas, las despedazaré y seré despedazado en sus garras, seré un pedazo de carne e instiva y sin mente, será doloroso y a la vez placentero.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un par de historias electorales

De la misma manera que por navidades suelen escribirse historias navideñas que engrandcen el espíritu humano y la magia de la navidad, decidí compartir con ustedes un par de historias reales que tienen cierta relación con el proceso electoral que estamos viviendo. Para los distraidos, les avisó que todavía no terminó, que quedan las municipales para Abril o Mayo. En fin, nunca me acuerdo bien en que mes son las municipales.

Anahí María Torres-Pardo Ezquerra

Corría Febrero del 2003, mis compañeros y yo habíamos terminado el liceo, pese a algún examen pendiente, e iniciamos los tramites correspondientes a la mayoría de edad y el ingreso a la universidad. Solíamos coordinar entre varios amigos para ir hacer los trámites, es una buena forma de hacer que la burocracia un poco más tolerable. Después de salir aquel caluroso mediodía con la credencial en la mano llegó el momento de compartir el documentos con el resto de los amigos, comentar quien había salido más ridículo en la foto, etc. Lo único memorable fue que la Iguana y yo, teníamos prácticamente el mismo número de credencial, misma serie y sólo dos número de diferencia, ella tiene el XXX63 y yo el XXX65, no era de extrañarse tampoco, visto y considerando que vivimos a cuatro cuadras de distancia y que fuimos juntos a sacarla. Desde entonces supe que a menos que alguno de los dos haga traslado, vamos a votar en el mismo circuito.
Todas las votaciones es más o menos la misma historia le mando un mail a SMS a la Iguana diciendo “Nos toca votar en tal lado. ¿Vamos juntos?” a lo que ella me responde “¿Cómo sabés que votamos en el mismo lado?” “Por que tenemos dos números de credencial de diferencia.” “¿En serio? ¡Que de más! Sí, dale, vamos juntos.” Pero bueno, yo ya estoy acostumbrado, soy la memoria de mi vieja barra del liceo, él que sabe quien dijo que, que cagada se mandó aquella vez que se emborrachó y con quien estuvo. Es un poco un puesto de honor, lo que no entiendo es como pueden vivir tan tranquilos así, hace una semana me tome algunas copas con unas compañeros de la facultad y para variar me pasé un poco con el trago. Unos días después una amiga me empezó a contar lo que había pasado y yo no podía creer que me hubiera olvidado de tantas cosas, incluso de la parte más interesante de la velada, cosa que me pareció bastante perturbador.
Bueno, recapitulando, la Iguana y yo tenemos dos números de credencial de diferencia por lo que siempre votamos en el mismo circuito, cosa que yo me acuerdo y ella no. Hace un par de semanas no más, en el ballotagge, nos quedamos conversando después de votar y salió el tema de nuestros números de credencial y de quien sería el XXX64. Fantaseabamos con la posibilidad de que fuera alguno de los conocidos en común que sabemos que votan en el mismo circuito y lo divertido que sería coordinar para ir a votar el XXX63, XXX64 y XXX65 todos juntos y en ese orden. Al llegar a casa no aguanté más la curiosidad puse el número de credencial del medio y me salió la respuesta. TORRES-PARDO EZQUERRA, Anahí María.
No tengo la menor idea de quien es está chica, pero es posible suponer algunas cosas sobre ella. La primera de todas es que tiene más o menos mi misma edad y que sacó la credencial el mismo día que yo. Es cierto que técnicamente podría ser una mujer mucho mayor que yo que efectuó un traslado, pero admitamoslo, los uruguayos tenemos un pánico irracional al traslado de credencial. La gente prefiere gastar dinero y viajar cientos de kilómetros parada y apretujada antes que hacer el tramite que les permitiría votar a unas pocas cuadras de su casa. Lo segundo que podemos inferir es que vive cerca de casa, por Pocitos, o al menos vivía por aquí en 2003. Eso sumado a su apellido compuesto, símbolo de patriciado si lo hay, hace pensar que viene de una familia de plata. Me la imagino, alta, rubia, con lentes de sol Dolce & Gabbana, atendiendo un pelotudo celular, mientras se coloca en la fila de votación. Hasta quizás lo atienda diciendo “Hola, gordo”.
¿La habré visto alguna vez? ¿Será alguna de esas muchachas del barrio que me tengo recontra fichadas? ¿Será la que se sienta en la puerta del gimnasio a tomar con el Feli? Lo cierto es que Anahí María Torres-Pardo Ezquerra se volvió algo así como un símbolo para mí, la personificación de cierta distancia que la Iguana y yo no llegamos nunca a salvar. Recuerdo una fiesta que hicimos en el 2000, justamente en su casa, quizás por el alcohol o vaya uno a saber porque misterio, las parejas pulularon esa noche de Agosto. La Iguana estaba recostada triste y sola en un rincón del living. Fui a abrazarla, permanecimos no sé cuanto tiempo entumecidos en el alcohol y nuestras respectivas tristezas. Quise besarla, hay que reconocer que tiene unos labios muy tentadores pero las razones explicadas anteriormente en “La belleza no es cosa inocente” y cierto convencimiento interno con el que aún lidio de que le genero repulsión al sexo femenino, me impidieron hacerlo. El universo es un tejido de insospechados hilos, las cosas están relacionadas de formas en las que no podemos imaginar. Si esa noche nos hubieramos besado, mi número de credencial sería XXX64 y no sabría que hay una gurisa que vive o vivió a pocas cuadras de casa que se llama Anahí María Torres-Pardo Ezquerra. De todas formas es inútil hacer conjeturas de lo que no fue, sólo se nos permite transitar un sólo camino en el jardín de los senderos que se bifurcan y por algo es el que elegimos.

Una promesa cumplida

Aquel amigo de mis padres, alto, calvo de personalidad tranquila, aquel amigo de mis padres que quiero como un tío, tuvo rulos de joven y perteneció a un comando de apoyo tupamaro. Una noche junto a cuatro compañeros del comando, hizo una promesa de honor, si en algún momento un tupamaro llegaba a la presidencia, se juntarían los cinco en un boliche en 18 de Julio y una esquina que no supieron precisarme a tomar algo y rememorar los viejos tiempos.
Luego vinieron los tiempos de persecución política, el exilio en Buenos Aires, el perder contacto con mucho de sus viejos amigos, la condición de no pertenecer a definitivamente a ninguna parte, tener acento porteño para los uruguayos y acento uruguayo para los porteños.
Este 29 de Noviembre vino a votar, con un poco de cola de paja porque cuestiones personales lo mantuvieron en Buenos Aires el día de la primera vuelta en Octubre. Después de cumplir con su deber cívico y hacerle la visita obligada a su madre, llamó al único de los cuatro compañeros de comando con los que mantiene contacto. Las vueltas de la vida hicieron que este buen hombre, sea ahora asesor de campaña del Frente Amplio y tuviera dos pases para el NH Columbia, el hotel donde la coalición de izquierda aguardaría los resultados y daría el discurso correspondiente. Hasta ahí marcharon ambos mientras veían las primeras proyecciones electorales ya eran contundentes, José Mujica un ex guerrillero tupamaro, será el próximo Presidente de Uruguay.
Luego de saludar al futuro Presidente y brindar con la gente del partido se acordaron de aquella vieja promesa y marcharon hacia el boliche. Donde estaba ese viejo bar ahora hay banco, pero una promesa es una promesa, esperaron bajo la garúa que empapaba los festejos, poco a poco los otros tres compañeros fueron llegando. Una vez que estuvieron todos fueron a algún otro boliche donde bebieron y conversaron hasta las tres de la mañana y los más importante, cumplieron con una promesa que se había hechos hace casi cuarenta años.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Una palomada llamada Crepúsculo



No se entusiasmen, chicas, hay algo que no le funciona.



La impotencia sexual de Edward Cullen

En algún momento, más bien tirando hacia finales de la infancia desarrollé cierta obsesión secreta por los vampiros y la estética gótica. Ya a comienzos de el liceo comencé a escribir poesía y cuentos con cierta regularidad, prácticamente toda mi obra literaria de la secundaria puede clasificarse en tres grandes temáticas, vampiros, alguna chica que me gustaba y yo como vampiro mordiendo a la chica que me gustaba. Alrededor del 2002 comencé a frecuentar foros en internet de temática gótica, conocí de esta forma a algunas personas con las que he desarrollado una linda amistad a través de los años, entre ellos a Sofía. Sofía vive en Montevideo, lo que es bastante práctico para cuando tenés ganás de salir a caminar una noche por la rambla con alguien que te acompañe o irte de juerga a la Ciudad Vieja, es que supongo que por cuestiones de estadística y probabilidad, esos foros suelen estar llenos de mexicanos y españoles que por razones obvias, se complica incluirlos en los planes del fin de semana. Con el tiempo Sofía se volvió una respetable profesora de matemáticas y ahora anda ennoviada con un muchacho laburador y de buena familia. Yo entré a estudiar letras en la Facultad de Humanidades, descubrí que la literatura ofrece una infinidad de temáticas y que en la variedad está el gusto, me fui a dando a conocer como narrador y poeta en algunos círculos literarios. Sin embargo las obsesiones toman nuevas formas, se reciclan, ahora que lo pienso estuve dos años y pico de pareja con una chica que tiene aspecto de vampiresa.
Cuando me enteré de que estaban dando una nueva película de vampiros llamada “Crepúsculo” le dije a Sofía de ir a verla juntos. Me pareció linda la temática para recordar los viejos tiempos y además hacia mucho que no nos veíamos. Pocas veces salgo decepcionado del cine y con ganas de pedir que me devuelvan el dinero de la entrada, no es que sea un fundamentalista de cinemateca, pero normalmente uno sabe la clase de film que va a ver, paga la entrada bajo su propio riesgo y nadie se siente estafado.
Resumiendo, “Crepúsculo” es la historia de una adolescente llamada Bella Swan, que por cuestiones familiares debe dejar la soleada Arizona en la que vive con su madre para irse a pasar un año en el nublado estado de Washington con su padre. Apenas pone un pie en el nuevo liceo, tiene un montón de compañeros dispuestos a ser sus amigos, salvo los misteriosos Cullen, que son unos chicos del secundario antisociales y no hablan con nadie pero son tan, tan, tan lindos, en especial Edward que es interpretado por Robert Pattison, uno de los galanes del momento y posiblemente quien inicie en la masturbación a toda una generación de quinceañeras y la que hace de su hermana Alice que no sé quien es pero que le tengo unas ganas barbaras. Con el correr de la trama nos vamos enterando de que los Cullen son una familia de vampiros, pero de vampiros buena onda que sólo beben sangre de animales, ellos se llaman a sí mismos “vampiros vegetarianos”, yo los clasificaria como vampiros lights o vampiros posmodernos, además después que agarran confianza son una familia macanuda que no estaría nada mal tenerlos como parientes políticos y poder compartir con ellos los asados familiares de los domingos. La cosa es que Edward y Bella se enamoran, tienen momentos en que andan a los besos y está todo bárbaro y otros en los que él tiene una actitud de soy un vampiro soy malo, andate antes que te haga algo y ella le responde confío en vos. Todos confiamos en Edward Cullen, sabemos que es más probable que alguien del público se meta en la película y la muerda a Bella antes de que lo haga el propio personaje. Ah, en la última media hora aparecen unos vampiros bien malos que quieren matar a Bella, pero medio que se soluciona al toque, no sea cosa que se nos venga a la idea de que un vampiro puede matar a un personaje importante para la trama.
¿Qué es lo que funciona mal, entonces? Yo diría que casi todo. Uno de los encantos de los vampiros como personajes de ficción es que su condición de seres sobrenaturales los hace estar por fuera de toda convención y mandato social. Un vampiro básicamente hace lo que tenga ganas, a no ser claro que haya una sociedad de vampiros que le exija ciertas normas de comportamiento o que tenga que mantener en determinados momentos una fachada de normalidad. Una de las funciones que cumple la ficción fantástica es darnos un descanso de la realidad y transportarnos a mundos imaginarios que nos permitan soñar un poco. Unos chicos que van al liceo, que estudian para el próximo escrito de biología y preparan la fiesta de egresados, es demasiada realidad y de la que conozco para lo que espero cuando pago una entrada para ver una película de vampiros. La otra función del género fantástico es poder tocar alegóricamente ciertos temas que una sociedad no está dispuesta a abordar directamente. Justamente en este punto también hace aguas “Crepúsculo”, cualquiera que se ha dedicado medianamente al estudio de símbolos, sabe que el vampirismo es una metáfora de la sexualidad. Piensen no más en la típica escena de cualquier película de Dracula, una atractiva muchacha durmiendo plácidamente, Dracula (quien normalmente es representado por un actor de cierto atractivo) se le acerca lentamente, le muerde el cuello, la chica arquea su espalda y pone una cara de dolor que curiosamente se asemeja a una de orgasmo. Incluso los colmillos enterrados en el cuello de la victima son una penetración simbólica.
En la cultural occidental, la sangre se contrapone a la carne. Mientras la carne es la parte corporal del ser, la sangre refiere al aspecto espiritual, una esencia inmaterial. La relación que establece un vampiro con su victima, es de un sexo que vas más allá de las limitaciones físicas que se nos han impuesto. En ese sentido es mucho mas coherente, el vampirismo que presenta Anne Rice, donde los vampiros son anatómicamente incapaces de tener una erección, pero la satisfacción que obtienen de beber de sus victimas supera con creces al placer sexual. El vampirismo como fantasía sexual tiene a su vez otros componentes eróticos, la relación jerárquica que se establece entre victima y vampiro. La victima siente por el vampiro una atracción tan fuerte que nubla su instinto de supervivencia, el vampiro por su parte desea doblemente a la victima, sexualmente y como alimento. La victima se entrega completamente incluso su esencia al vampiro y este la asimila dentro de sí, uniéndose de esta forma a un nivel más profundo que dos amantes convencionales. Podría decirse que el vampirismo como juego sexual funciona como un amplificador del deseo, pero para que eso se de, debe haber sangre, ya sea que esta aparezca realmente o tan solo se juegue a que la hay, es la sangre la que materializa este intercambio sexual-espiritual. Un vampiro que no muerde a su victima, es por lo tanto un amante impotente. No sé que piensan las chicas, a mi se me hace que nadie quiere tener un amante impotente.
Pero quizás la mayor falla de “Crepúsculo” sea en la economía narrativa. Para decirlo sencillamente el arte de contar bien una historia consiste en ir al grano sin perderse demasiado por las ramas a menos que esté claramente justificado. Stephenie Meyer, dijo que quiso escribir una historia de amor entre dos personas diametralmente diferente. ¿Pero tenía que hacer de uno de ellos un vampiro? ¿No podría haberlo hecho un extranjero, pertenecientes a diferentes religiones, estratos sociales, etc? O visto que tenía muchas, muchas ganas de meter un vampiro en la historia, ¿No hubiera sido mucho más interesante poner a Bella en el dilema moral de estar perdidamente enamorada del mismo vampiro que está matando a todos sus compañeros de clase? Ni que hablar con las leyendas indígenas sobre los hombres-lobos que según parece tienen más protagonismo en las novelas subsiguientes de las sagas. No entiendo esa manía de que cuando una historia tiene alguna clase de criatura sobrenatural, empezar a meter otras a troche y moche como si eso la hiciera por sí misma más interesante.
Tal vez deberíamos entender la saga de “Crepúsculo” como una alegoría religiosa y de amor a Dios, donde el creyente (Bella) siempre tendrá a un ser eterno y todopoderoso (Edward) para cuidarla y protegerla. Si bien esta interpretación parece ser mucho más coherente, no deja de ser un tanto asonante que para simbolizar la divinidad haya elegido al vampiro, imagen tradicionalmente asociada con la sensualidad y lo blasfemo. Por otro lado las feministas tendrían mucho que decir sobre que la protagonista mujer sea la sumisa creyente mientras el hombre sea el Dios todopoderoso. Podría tirar algunas pistas al respecto, pero por respeto a la propias feministas prefiero que sean ellas las que hablen.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El arte de Hajime Sorayama




Escribí este texto en el 2006, como parte de un parcial de Literatura Moderna y Contemporánea, materia impartida por Washington Benavides, en la Facultad de Humanidades. Decidí compartirlo con ustedes, porque me sigo identificando con la reflexión que hice en aquel momento y para darle algo que roer a mis pocos pero fieles seguidores del blog.

No me sorprendió en lo absoluto que Hajime Sorayama, un nombre claramente japonés, estuviera detrás de aquella serie de dibujos que conocía a través de tapas de cuadernos y algunos afiches publicitarios. Creo que dentro de mí lo sabía desde siempre, los japoneses tienen una fascinación inexplicable por todo artilugio mecánico, que los ha llevado a intentar replicar en metal y electrónica cualquier criatura existente en la naturaleza. Quizás se deba a la tradición artística japonesa, mientras el arte grecolatino se basa en una completa mimesis, la nipona siempre ha tenido un mayor grado de estilización de la realidad, piénsese en el pesado maquillaje de las geishas, las deformaciones de la figura humana, marca de fábrica del anime. El artista japonés pretende vivir en un mundo artificial creado por él y regido por convenciones estéticas que superen a las de la naturaleza, superar a Dios en el más divino de los lenguajes, la belleza.
Hay algo más, Japón es en muchos aspectos, el colmo de occidente, la modernidad y el progreso llevados a sus abominables extremos. En una sociedad de ciudades enormes, saturada de medios de comunicación, el sujeto importa solamente en su dimensión laboral y posé escasas oportunidades de sociabilización. Se llega a la paradoja de necesitar del otro pero a su vez estar tan ensimismados en si mismo que es imposible negociar con otro que no sea una duplicación de si mismo. Un compañero que brinde compañía pero sin embargo no moleste, no nos saque de la comodidad de estar solos y vivir a nuestro capricho. Una maquina como compañía afectiva, deja de ser una idea absurda, para volverse una solución viable. Hablamos de la sociedad que inventó a los AIBO (robots en forma de perro), que suponemos debe ser tan juguetón como uno real pero sin los inconvenientes de tener que alimentarlo y limpiar sus heces. Del país donde las love-pillows (1) son más populares y se ha implementado la práctica del enjo kosai,(2) lo que quizás sea una versión moderna de las geishas. Relaciones en las cuales el otro jamás demande nada por que no se está dispuesto a afrontar el lado engorroso que toda relación comprometida inevitablemente va a tener. Cómo dije anteriormente, Japón ha llevado los postulados modernos a su absurdo, pero las sociedades modernas muestran signos del mismo comportamiento aunque en menor grado, uno de los factores del éxito de series como “Seinfield” y “Sex and the City” se basa en el realismo con el que retratan las relaciones de pareja modernas. Basta sencillamente con escuchar lo que la gente pretende de una hipotética pareja y las cosas que no está dispuesta a tolerar, como para darse cuenta la poca capacidad de negociación que se tiene frente al otro, las trampas que se hacen para huirle al compromiso.
La historia de un hombre que se enamora de una autómata no trata de un engaño o de alguien con un extraña sensibilidad, sino de un personaje tan ensimismado que no puede enamorarse de otro persona, solamente puedo hacerlo con un objeto que esté a su servicio. El deseo de un compañero-sirviente, que no nos cuestione y con quien no tengamos que negociar, no es nuevo, las fantasías con mucamas y enfermeras son un clisé desde por lo menos las pin-up girls de los años 50’, aunque ya puede verse en relatos eróticos anteriores. Desde una perspectiva actual el amor hacia una autómata puede verse de dos formas contradictorias pero paradójicamente no excluyentes. Por un lado la opresión machista que sufrían las mujeres y en menor grado todavía sufren, convirtiéndolas en autómatas y por extensión el yugo de una sociedad que automatiza a las personas. Desde otra perspectiva (más contemporánea) es la reacción masculina frente a la liberalización de la mujer que ya deja de ser su sirviente.
El arte de Hajime Sorayama es un erotismo del aislamiento, de la automatización, de la más terrible de las soledades, aquella en la que a pesar de necesitar del otro, no es posible tolerarlo.

1) Almohadillas con un agujero que simulan una vulva.
2) Practica que conciste en pagarle a jóvenes estudiantes de secundaria como compañía para salir, sin que en la mayoría de los casos implique alguna clase de contacto sexual.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La belleza no es cosa inocente

Como si se tratara de una película gringa para adolescentes y estereotipada, en mi colegio había gente popular y había losers. Por supuesto que la realidad es siempre más compleja. En los seis años que dura el liceo y los dos últimos años de la escuela donde se van perfilando esas cosas, ocurren muchos cambios, hubo gente con la habilidad de mantenerse en un curioso equilibrio, gente que migró de un grupo a otro, de hecho ni siquiera se puede hablar de que fueran dos bloques compactos y homogéneos. Pero para no volver locos a los lectores, se puede acordar que sí, que en líneas generales había dos grandes grupos que eran los populares y los losers. ¿Adivinaron? Yo era un loser.
Lo que sí no voy a caer en la pelotudés de decir que todos los populares eran unos engreídos mala gente y los losers eramos unas personas maravillosas. Al momento de la verdad, varios de estos losers no resultaron ser los amigos que yo creía. Respecto a los populares, no tuve mucha relación con ellos, así que sería injusto juzgarlos tan a la ligera. Algunos me dejaron la sensación de que eran buenas personas, otros unos giles incorregibles y muchos unos pendejos que iban a un colegio cheto de Pocitos, exactamente igual que mis amigos y yo, sólo que la pendejada la demostraban de otra forma y por eso no eramos demasiado compatibles.
Como era de esperarse, mientras los populares se organizaban en barras de amigos numerosas y mixtas, los losers andábamos en grupos más bien chicos y divididos según el sexo. Eso fue hasta mediados de segundo de liceo, porque entonces a la profesora de Idioma Español se le ocurrió que debíamos sentarnos por orden alfabético. Yo estaba enfurecido, no sólo iba a tener que despegarme de mis amigotes, sino que me iba a tocar sentarme al lado de Giannina que para mi debía ser la chica más insulsa y aburrida de la clase. Claro que si me hubiera tocado al lado de una popular, hubiera sentido que tocaba el cielo con las manos y hubiera escrito una carta al Papa pidiendo la pronta canonización de la profesora, pero no, me tocó con Giannina. Tampoco creo que a ella le haya hecho mucha gracia sentarse al lado de un gil de goma como yo. Lo gracioso es que con el paso de los meses nos volvimos muy buenos amigos y lo seguimos siendo hasta ahora.
Entonces se acercaba fin de año y el campamento que suele hacerse por Octubre o Noviembre, antes de que terminen las clases cuando se puede aprovechar bien el tiempo lindo. Era tradición que en los campamentos funcionábamos en grupos de más o menos doce personas para poder facilitar las tareas como preparar la comida y participar en alguna competencia. Los grupos se estaban comenzando a organizar y yo no quería pasar el bochorno del año anterior de ser parte de un grupo enteramente masculino, así que me armé de coraje (era un adolescente un tanto tímido y dubitativo) y le propuse Giannina juntar unos amigas de ella y unos amigos míos para hacer un grupo de campamento, ella aceptó en seguida. Supongo que en mi imaginación todas sus amigas iban a estar encantadas de ir al campamento con nosotros y todos mis amigos iban a ser felices de ir al campamento con estas chicas. Hay que reconocer que las gurisas fueron bastante macanudas desde el principio, pero los chicos pusieron bastante resistencia, en especial Agustín. Agustín era por aquel entonces mi mejor amigo, pero visto desde ahora era medio papanata, tenía una mala onda en general en la reuniones del grupo. En un momento me tenía tan harto que me lo llevé aparte y le pregunté:
-Vo ¿Qué problema tenés con las muchachas?
-Qué son feas.
-No te estoy pidiendo que te cases con ninguna de ellas, sólo te pido que vayas a un campamento de tres días con ellas.
La discusión terminó ahí, no porque se la hubiera ganado sino porque llegamos a un punto muerto. Para él era inadmisible mezclarse con chicas feas, yo no veía que podía haber de malo en pasar un campamento con chiquilinas que me trataban muy bien de las cuales a una la consideraba una amiga. Además tan feas no debían ser, para final de ese año, estábamos todos muertos con Giannina, claro que no era algo que lo admitieramos públicamente.
Pese a la oposición de Agustín, la pasamos muy bien en el campamento y para cuando terminó eramos un gran grupo de amigos mixto. No dejamos nunca de sentirnos un grupo de losers, pero hacíamos nuestra vida y en teoría no teníamos nada que envidiarles a los populares. Digo en teoría porque al menos en lo que a varones respecta, nos seguían gustando más las chicas populares. Las chicas populares eran para nosotros algo así como estrellas de cine de las que bajas fotos de internet, algo sublime e inalcanzable. Las losers, eran las mujeres de carne y hueso a las que queríamos como personas y a quienes debíamos resignarnos a la hora de los noviazgos. Cuando alguien venía de afuera y nos decía “Che, 。Que lindas son sus amigas!” nosotros lo mandábamos al oculista, porque sin lugar a dudas no debía estar viendo bien.
Así pasaron los años del liceo, en especial cuarto año, donde vaya uno a saber porque, todos los losers quedamos en una misma clase y en otro piso de la clases de nuestra generación. Fue el paraíso y el infierno a la vez, muchos recreos ni siquiera salíamos del aula, total todos nuestros amigos estaban ahí. Al segundo o tercer día de clase, un amigo escribió en una hoja de cuadernola y lo colgó a manera de cartel “La clase de los parias”, todos festejamos el chiste, estábamos orgullosos de nuestra condición y de tener una clase para nosotros mismos. No pasaron más de dos horas para que aparecieran los adscriptos dándonos una charla de que este era un colegio católico y que en el cristianismo no hay parias. Muchos docentes tienen la curiosa teoría de que tapando el sol con la mano, no van a achicharrarse.
Llegó la fiesta de graduación y toda una generación se agarró una mamua de novela. Luego entré en la Facultad de Humanidades, creo que fue en el tercer semestre, justo la noche después de una clase de Teoría Literaria I que me desperté en seco con una pregunta en mi mente. “¿Qué carajo tenían las chicas populares que no tenían mis amigas?” Tras un rápido y objetivo análisis la respuesta fue contundente, nada.
De alguna forma los populares habían adquirido cierto poder a la hora de decidir quienes eran atractivas, dignas de ser deseadas y quienes no, poder que obviamente usaban a su favor. También existía una especie de policía estética de la que todos eramos agentes, si por alguna razón te gustaba una gurisa mal conceptuada, te ibas a sentir una especie de enfermo, de pervertido sexual y sino, los de más te lo iban a hacer sentir. Fue todo un esfuerzo conceptual poder enamorarnos incluso ennoviarnos con nuestras amigas losers sin sentirnos criminales por eso. No estoy diciendo que los populares hicieron en algún momento una conspiración para jodernos la vida al resto ni mucho menos. Solamente eran gente con más confianza en sí mismos y quizás más inteligencia a la hora de manejar su presencia, sin contar con que fue la manera en la que se dieron las cosas y vaya a uno a saber porque se dieron así las cosas.
Lo interesante es que tratándose de un grupo social bastante homogéneo, teníamos todos la misma edad, pertenecíamos al mismo extracto socio económico, vivíamos en su gran mayoría en un radio de veinte cuadras alrededor del colegio y compartiendo el mismo ideal de belleza femenina que nos imponen los medios de comunicación, nuestra percepción de la misma estaba afectada por cosas que objetivamente no tienen que ver con la belleza en sí ni con el ideal establecido que seguíamos sin cuestionar.
No me interesa lo que pasó hace diez años o más en un colegio privado de Pocitos de por sí, sino ejemplificar de forma sencilla como hay factores sociales que afectan nuestra percepción, aun cuando se trata de algo tan simple e inocente como si una compañera de liceo es linda o no. Para bien o para mal las cosas suelen ser un poco más complejas de lo que eran en mi liceo. Una cosa es cuando se trata de discernir lo linda que es una compañera de clase que a fin de cuentas, es una adolescente que lo que intenta es ser aceptada dentro de un grupo y pasarla lo mejor posible, otra es cuando estamos hablando sobre la calidad de una película, un libro o un disco en lo que puede haber muchísimo dinero en juego. No es lo mismo tampoco un grupo de chiquilinas que logran convencer al resto de la clase que son las más lindas, con un poco de confianza en sí mismas, inteligencia para arreglarse y mucho de suerte que un conjunto de actores culturales que pragmáticamente intentan imponer determinado género musical o forma de literatura. Una sociedad es a su vez un grupo bastante más heterogéneo que mi generación escolar, con diversos subgrupos con distintos ideales de belleza y concepciones de lo que es al arte y la cultura. ¿Qué pasa cuando desde el poder a determinadas minorías se les niega toda posibilidad de belleza o de creación artística? Estoy pensando por ejemplo en la ausencia de modelos negras que existía en el mundo de la moda hace veinte o treinta años atrás, pero también en la caracterización de determinadas manifestaciones artísticas como arte menor o de cuarta, por ejemplo la cumbia villera. Cuando un concurso literario se declara desierto porque las obras presentadas no llegan a un nivel mínimo, me genera sospechas, si realmente fue tan malo todo lo presentados o se trata de excelentes textos cuya calidad el jurado no es capaz o no quiere reconocer.
Mientras en mi liceo, la policía estética era cada uno de nosotros, consigo mismo y con sus compañeros, en el mundo de la cultura, existen quienes influyen en nuestro gusto ya sea porque tienen una enorme posición de poder para hacerlo o un saber ampliamente legitimado que nosotros no tenemos. A fin de cuentas, no era tan difícil discutirle a un amigo sobre la belleza de alguna compañera, pero andale a decir a la SONY Records que su nueva cantante pop en la que viene gastando millones de dolares en concepto de publicidad es una bosta, incluso en un nivel más pequeño, diganle a la encargada de la columna literaria en las revistas televisivas de la mañana que se deje de recomendar libros pelotudos. ¿Cuantos de ustedes se animaron a decirle a una profesora de literatura que era una porquería la obra que estaban dando? Como soy estudiante de la licenciatura en letras, la mayoría de mis amigos no me discuten cuando emito juicio sobre la calidad de tal o cual libro, salvo claro está mis compañeros de licenciatura, los que escriben y un par que siempre han sido sanamente descarados.
¿Existe entonces un concepto de belleza ya sea en una muchacha o en una obra artística que vaya más allá de estas cuestiones de poder y de los gustos de un determinado lugar y momento? Yo creo que sí, aún lo estoy buscando y posiblemente se me vaya toda la vida en eso, pero no por eso debemos ignorar que siempre están estas cuestiones en juego e influenciando en nuestros gustos.
Finalmente, si por alguna de esas casualidades de la vida, Agustín llegara a leer este blog. ¿Entendería mi punto o seguiría pensando que nuestras amigas eran feas y no había más vuelta que darle al asunto? Por lo pronto yo ya no me siento culpable cuando me descubro mirando a una compañera de facultad con algunos kilitos de más.